fomalal108

Después de que Kili se hubiera secado las lágrimas y aclarado la garganta, estaba listo para hablar de nuevo. Fili recordó que Kili le había dicho que le diría lo que le molestaba, aunque era obvio ahora. Fili apartó el pelo moreno de Kili de su cara y le besó en el cuero cabelludo. Kili olía a humedad y a sucio, aunque el dolor no era repelente; olía a Kili. Fili pausó por un momento, y se dio cuenta de que estaba oliendo a su hermano... Fili se dijo que tan sólo había respirado y que había cogido la esencia de su hermano, eso es todo. Kili estaba esco

La compañía se había detenido para descansar en lo que parecía una granja abandonada. Había establos de madera localizados alrededor, aunque no se sostendrían por mucho tiempo; había trozos de madera que faltaban de casi todas partes y hacían un sonido chirriante. Thorin había ordenado a Fili vigilar los ponies, y por supuesto Kili le había seguido por detrás muy de cerca. El resto de los enanos, y Bilbo, estaban sentados alrededor del caliente fuego cocinando y riendo. Los ponies eran un aburrimiento... pastando la hierba y algunas veces, agitaban su crin. La Luna coronaba ya el cielo, aunque aún no era oscuro del todo. La luz de la fogata s

          La hoguera rugía, sus llamas parpadeaban en la oscuridad del cielo oscuro. La compañía se había detenido para acampar esa noche y todos estaban en sus propias cosas. Thorin estaba de pie encima de una roca, sus ojos vagaban en el horizonte. Bilbo había ido a ver a su caballo y le dio un aperitivo de medianoche. Fili y Kili estaban sentados de espaldas a una roca, pero no estaban hablando. Compartían palabras de vez en cuando, pero no les gustaba alterar el silencio...          Al poco tiempo, ya era hora de acostarse y los enanos se establecieron en sus camas improvisadas. Fili y Kili apen

          Fili se quedó sentado encima de un tronco respirando aire fresco. El bosque, que no se encontraba muy lejos de su reino, era una escapada común para los dos hermanos. Los blancos árboles crecían altos y delgados subiendo kilómetros por encima de los jóvenes enanos. El verano había terminado tan pronto como había llegado, aunque el bosque aún permanecía sereno. Las hojas de los árboles volaban ágilmente en el cielo, etéreos colores verdes maduros y multitud de rosados. El sonido de los grillos y el aullido del viento llenó la atmósfera, el sonido de unos murmullos fusionándose con otros era un instante de tranquilidad para los dos. S